Muchas veces la soledad, el silencio, se ve como algo aterrador de lo que hay que huir porque uno puede sentir que es un manto que le va calando y le atrapa en un vacío insondable. Quizás esta es la percepción negativa que tenemos cuando no nos sentimos bien con nosotros mismos. Hay habitualmente una necesidad de llenar, de tapar esos momentos con algún tipo de actividad que nos distraiga. Leer un libro, ver una película, escuchar música………, todo ello nos puede ayudar a focalizar nuestra atención en algo que nos proporciona satisfacción. Mantenemos de esta forma activa nuestra mente generando conexión con aquello sobre lo que estamos atentos.
Otra forma de permitirnos estar con nosotros mismos puede ser también la contemplación. Podemos salir a caminar y permitir que nuestro foco de atención sea todo lo que nos rodea. Somos en ese momento meros observadores del entorno . Si permitimos entonces que esa vocecita que siempre nos habla en nuestro autodiálogo se silencie, vamos a poder entrar en un estado muy agradable en el que solo existen un sujeto y un objeto. Nosotros somos el sujeto que con nuestros sentidos observamos y el entorno es el objeto de observación. En esta ecuación no entra la mente dado que, si le damos paso, automáticamente se rompe la magia porque empezamos a saltar de un pensamiento a otro y estamos de nuevo en nuestro autodiscurso.
Son muchas las horas al día que dedicamos a escuchar nuestros argumentos sobre todo tipo de situaciones que hemos de abordar, sobre la forma de resolverlas, etc. Si queremos equilibrarnos un poco quizás la idea de poder dejar que por un rato podamos prescindir de nuestra actividad mental no es tan mala idea. Pero sin duda ello requiere de un entrenamiento, como el que hacemos cuando vamos al gimnasio. En este caso la herramienta que necesitamos para ejercitarnos la llevamos encima, y es nuestra propia atención. Nosotros vamos a decidir si esta gira en torno a nuestros pensamientos o bien dejamos que se pose fuera en lo que nos rodea.
El beneficio que vamos a obtener es el de dar entrada a una parte nuestra que no solemos cultivar como es la de la contemplación, la observación de nuestro entorno en un estado de absoluto presente. Allí solo hay dos variables, observador y observado. Entregarse a este momento es solo es posible si nos apartamos de nuestra mente parlanchina. Sugiero que, con la frecuencia que nos lo podamos permitir, descubramos como es la experiencia de dejar fuera a la mente, y así experimentar que es lo que pasa. El aprendizaje reside en explorar este estado de contemplación, de presente, y valorar por ti mismo que es lo que te aporta.
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